El necroictiófilo regresa a la esquina de Lyon con Providencia, esta vez convencido de que en el esfuerzo y la perseverancia yace camuflada la tranquilidad de sus anhelos. El cambio de mentalidad de nuestro amigo el necroictiófilo consigue rápidos dividendos y en cosa de veinte minutos, el necroictiófilo paga la micro de dos estudiantes, una pareja de dudosa sexualidad y siete oficinistas de baja jerarquía. En las siguientes dos horas, nuestro amigo el necroictiófilo ayuda a tres ancianas y dos ciegos a cruzar la ajetreada y ancha Providencia; previene a un grupo de vendedores ambulantes de libros pirateados de la llegada inminente de funcionarios fiscalizadores; impide el asalto a una joven actriz teatral y haciendo gala de sus dotes atléticos, taclea a otro lanza que corre a toda velocidad con la cartera de una dama ya entrada en años bajo el brazo. El necroictiófilo declara en la fiscalía tercera de Ñuñoa a favor de un electricista que mató a cinco perros vagabundos en defensa personal. También declara en la Sociedad Protectora de Animales como testigo en contra de una niña que tras una pataleta, ha dejado tuertos a dos mandriles en el zoológico metropolitano.
Nuestro amigo el necroictiófilo regresa a "la oficina" con las primeras luces del día y al final de la mañana ha llenado tres bolsas y fracción de colillas de cigarro. Por la tarde, luego de llevar al hospital a una adolescente con crisis de pánico y a un comerciante que cayó en shock por razones desconocidas, decide tomarse un descanso de seis minutos y medio para cavilar y filosofar sobre su futuro. Se le ocurre que su servicio social evolucionaría a un nuevo nivel de humanidad si pasara las noches recorriendo las calles de Providencia y Bellavista ayudando a jóvenes borrachos que evidencien algún grado de desorientación, a llegar sanos y salvos a sus casas. Una noche, en plena faena de rescate, recibe una golpiza por parte de un grupo de vendedores ambulantes de rasgos antisemitas.
Una semana después, nuestro buen amigo el necroictiófilo ha entablado graciosas amistades con tres carabineros de la séptima comisaría de Providencia, un comerciante de papayas y un centenar de jóvenes que le han prometido suculentos regalos en dinero y ropa (y ha hecho encarcelar a por lo menos cuatro vendedores ambulantes de especies robadas o falsificadas).
Nuestro amigo el necroictiófilo, hace buenas migas con el alcalde, quién le ofrece un puesto en la Corporación Pro-Videncia, una entidad que busca desarrollar la vida cultural y deportiva de la comuna, y a su vez, alejar a los jóvenes de las drogas y la delincuencia y brindarles apoyo sicológico y asesoría laboral.
Se dispone a dirigir un club deportivo enfocado a jóvenes deportistas con paranoia y/o trastornos maniacos depresivos, en sus divisiones de fútbol y fábrica artesanal de cerveza (si bien nuestro amigo el necroictiófilo se pregunta qué es lo que tiene esta última actividad de deportiva). El éxito de sus dirigidos en la liga de fútbol especial del sector oriente de la región metropolitana, y el estrepitoso fracaso de sus cervezas artesanales en el cuarto festival de la cerveza especial de Villa Alemana, más su incansable voluntad de mejorar la calidad de vida de las personas -ya no de esta comuna de la capital, sino de fronteras más ambiciosas- (y el renombre que dos meses de servicio social pueden lograr), lo llevan a dirigir un emergente conjunto de fútbol de la tercera división.
El trabajo con su equipo rinde frutos, pero es extenuante, y nuestro queridísimo amigo el necroictiófilo está muy cansado de los largos periplos nocturnos, por lo que decide renunciar a su labor solidaria en las calles de Providencia y Bellavista por las noches (además, en su opinión, los jóvenes han madurado mucho en este tiempo, fruto de las charlas y consejos que les ha brindado, y no cree probable que estos vuelvan a beber alcohol en exceso).
Luego de reponerse de una pequeña crisis vocacional quizás provocada por la caída de su equipo en los cuartos de final del campeonato o por el incremento en las tasas de delincuencia en las comunas de Providencia y Recoleta, nuestro querido amigo el necroictiófilo se convence de que en la perseverancia y la resiliencia yace camuflada la trascendencia y la inmortalidad, y decide que quiere ganar la Copa Libertadores. Con este nuevo determinismo, y la loable manera en que logra traspasar éste al rendimiento de su equipo (ya ascendido a primera división), se le ofrece un contrato por cuatro años como director técnico de la Selección Nacional de fútbol. Él acepta, bajo la condición de que se le permita llenar al menos doce bolsas de colillas de cigarros por mes.
Nuestro querido amigo el necroictiófilo clasifica a Chile al Mundial de Sudáfrica, lo gana y se le ofrece la nacionalidad por gracia. Comienza una brillante carrera política, es elegido presidente y logra el desarrollo para Chile en el año 2018, que según él, es la verdadera fecha en la que se cumple el bicentenario de la independencia; por el contrario, habría obrado de otra forma a lo largo de su vida para alcanzar el desarrollo de Chile en el 2010. Podría haber adelantado su establecimiento en Chile o incluso podría haber adelantado la fecha de su nacimiento en las lejanas tierras visigodas.
Nuestro presidente el Necroictiófilo, luego de una serie de coimas escandalosas a gran parte del Senado, cambia en forma radical la constitución y se atribuye poderes ejecutivos, legislativos y judiciales, los que más tarde evolucionarían en atributos divinos. Nuestra Alteza, el primer dios madurado en Chilito, promueve con alevosía la migración de cientos de colonias Necroictiófilas, para que colonicen las farmacias del país. Tras una cantidad considerable de medidas populistas, quizás respondiendo un poco a su viejo sueño filántropo, su Majestad el Necroictiófilo cierra las fronteras y pidiendo ayuda a la comunidad Necroictiófila asentada en Chile, comienza el holocausto más grande del que haya sido testigo el mundo moderno, asesinando a sangre fría a diez y ocho millones de chilenos, sólo dejando con vida a una minoría con fines administrativos, para puestos de baja jerarquía, o con la finalidad de utilizarlos como mano de obra en sus más diversas empresas; desde los fervorosos trabajadores que demanda la producción masificada de jabón y toda clase de productos cosméticos hechos a base de salmones y corvinas muertas, hasta los dedicados científicos que requiere su programa de manipulación genética en atunes de Isla de Pascua, con el fin de lograr la perfecta cruza entre la raza Necroictiófila y el desarrollado pez otrora enlatado.
El Emperador del Universo, nuestro querido amigo y colega de rasgos mesiánicos, el Gran Necroictiófilo del Tiempo y el Espacio decide que ha cumplido su misión, y se sienta en un escritorio enchapado en oro y pescados muertos. Escribe su biografía en dos páginas de literatura mediocre y desestilizada, y decide regresar al viejo continente, donde sus aventuras se mantienen en el top five de las listas más prestigiosas de Barcelona hasta el día de hoy.