Sí, se siente sola. Abrumadoramente sola. Pero continúa tratando a las personas como deshechos biodegradables. No hace reparos en la verticalidad presente en cada palabra que cruza, y yo me pregunto, ¿cómo es que logra ponerse tan arriba, por sobre ti, sobre mí, sobre el mundo y sus leyes? Al menos sobre mí. Puedo haberme preparado meses para su encuentro, como para una sangrienta batalla, caminar en la seguridad de mi riguroso entrenamiento, vanagloriarme por escasos segundos de mi hombría, y llegar enfrente de ella y mearme los pantalones. Talvez nunca logre descolocarla, pero prefiero eso e interactuar como un igual con el resto del mundo que entenderme como ella y aislarme en mi belleza superlativa, en el ritmo de unos ojos que descolocan al que los mire, instaurar aquella misteriosa barrera infranqueable entre yo y el resto de los seres que respiran.
No entiendo cómo lo hace él para achicarse. Se esconde en una humilde reverencia y en una supuesta incapacidad para abordarme. Es más fácil sentirse pequeño. Si estoy sola es porque él y un millón de idiotas se enmudecen al mirarme a los ojos. Aunque no puedo negar sentir un cierto placer al ver sus ojos nerviosos, esa solitaria gota de sudor que corre por el cuello y esa mandíbula atastacada.
Desnudo y ridículo frente a ella. Y de nuevo sólo anhelo correr hasta el refugio maternal más próximo y sentir la tibia presión de unos brazos de madre sobre mi pecho.
Se preguntaban si al verse al espejo el otro se sentiría igual.
jueves, 5 de julio de 2007
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