Hace
poco quise probar suerte pescando,
Supongo
que un melancólico no puede sino buscar un momento para la paciencia,
Un
tiempo para abrazar el tiempo,
Para
abrazar a ese sí mismo que se fuga.
Quise
pescar desde la orilla de un lago,
Para
eso obtuve un anzuelo y lo necesario.
Supuse
que el simple nylon y el simple tarro
Harían
de mí una persona más simple;
Sencillez
y algunas risas simples manarían naturales de mí
Como
naturales vendrían los peces hacia mi artificio.
Me
dije que querer pescar así,
Como
un melancólico sencillo en la orilla de un lago,
No
podía ser una afrenta contra la Naturaleza, mi vieja amada,
Sino
un suave coqueteo,
Nada
más que un roce inocente con la necesidad humana,
Un
pequeño rasguño en mi cordón umbilical
Que
al fin pasaría desapercibido por Ella.
Sería
entonces un viajero cuya olla deleitaría a otros viajeros
Con
los sabores del lago,
Le
daría un descanso al viejo kilo de arroz.
Sería
un individuo mejor adaptado y suficiente,
Capaz
de ir a la Naturaleza y volver con la frente sin mancha
Y
el estómago lleno.
Sin
embargo,
Tras
unos pocos, terribles intentos
Y
la demostración de una técnica nefasta,
Renuncié
a mis ambiciones
Y
resigné este idilio que se hubo instalado en mi imaginario
Con
toda la comodidad.
El
proyecto fue desechado formalmente
Tras
el certero golpe que me propinó en la frente
Un anzuelo coludido con mi destino.
Entonces
tuve hambre.
Tuve
una mancha de sangre en la frente.
Tuve
a mi viejo kilo de arroz.
Hace
poco quise probar suerte con las mujeres,
Desde
la orilla de otro tipo de lago,
(Ya
saben, una metáfora)
Y
como un melancólico sencillo en la orilla de otro tipo de lago,
El
poema de rigor es el mismo:
Tuve
hambre.
Tuve
una mancha de sangre en la frente.
Tuve
a mi viejo kilo de arroz.
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