domingo, 6 de septiembre de 2009

A modo de despedida



Siempre te esperé
Pero nunca te vi llegar.
Hasta que un día olvidaste tu camuflaje,
Te despojaste de tus secretos y de tu ropa,
Y pude verte brillar en mis ojos,
Acabados vigilantes del pasado,
Pude ver tu balanceo en mis pestañas,
Que por vez primera no fueron más centinelas,
Sino amantes de la noche.
Pude verte desnuda en el agua,
Nadando entre mis brazos,
Y tú feliz, yo feliz,
Los dos excelsos, desde siempre,
Como nunca

¡Cómo amaba conversar contigo!,
Tus palabras tenían todo el peso de la realidad,
Y la ligereza de un espíritu impoluto.
Tu voz tenía algo de musical,
No algo, sino todo.
A veces desafinabas, sí,
Pero precisamente eso es lo que más me conmueve hoy,
El error salía de tus labios con una sonrisa tan cierta,
Y no podía sino mirarte y entenderlo todo.

Intercambiamos besos por complicidad,
Discusiones por entrega,
Cambiamos miedos por consuelo,
Y sueños por realidad.
Hipotecamos la vida por un proyecto juntos,
Y formamos el único mercado de valores que alguna vez entendí.
Siempre como niños,
Que niños se querían.
Mirábamos el futuro de la mano,
De cara a un frío que no alcanzó nunca a helar.

Aprendimos que al final,
Los compañeros importan más que los caminos,
Que la filosofía es una ciencia coja en los dormitorios,
Que la vida se compone de recuerdos
Y que los recuerdos no se hacen de vacaciones.

Y a modo de despedida te regalo este epitafio,
Que confesé a una servilleta poco antes de conocerte:

Cuando fuimos jóvenes,
Nos reímos de la muerte,
Y cuando fuimos viejos,
Nos reímos de la vida.