Aquí les dejo un cuento (término más bien generoso) al estilo de santiagoen100palabras...
Y ahora todos se vuelven sobre mí, me interrogan, me acusan y me destierran con una sola mirada. Es como si algo les facilitara la adivinanza, la hiciera cosa obvia hasta para el más estúpido en esta lata de sardinas. Bien puede ser por la distancia violadora que me separa del resto. Mi aliento debe confesarlo todo, el ritmo de mis latidos debe hacer vibrar todo el vagón en sintonía con mi secreto. Y el sudor de mis manos solo es aceite que lubrica el desenlace inevitable. Oh, ¡qué desagrado! Si todos aquí tienen algo que esconder.
domingo, 9 de agosto de 2009
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