miércoles, 12 de noviembre de 2008

Algo así como el fin

La cierto es que ya no hay verdad,
Ya no la hay pura ni alba ni oscura...
En realidad, las mentiras cuelgan como ropa sucia,
Y las mandamos a la tintorería de haber tiempo.
Contempla las nuevas mentiras al amanecer.

Tú sabes que sólo podemos contar las estrellas que titilan desde el suelo,
¿Acaso la ciudad furiosa se ha convertido en nuestro único cielo?
¿Acaso Dios ocupa una silla hecha en China,
y vela entre nosotros por una nueva humanidad que no fue tan tonta como para perder el paraíso?
Da igual,
Si al final las luces se apagan porque suben las cuentas.
Y hay menos plata para pagarles a las putas,
Y a los mandatarios de las altas cumbres,
Y a los artesanos que fabrican suntuosos regalos para mandatarios,
Y baratijas autóctonas para que los turistas alemanes les saquen una foto y se lleven una postal de la patagonia.
Y no alcanza la plata para botar el Nacional y hacerlo de nuevo,
Habrá que conformarse,
Con un baño para señoritas y que el resto mee donde le quepa su hombría.
Y si hay menos plata para pagarles a las putas,
Para cuando estas regresen a sus hogares y se vistan de madres cariñosas,
Habrá gritos de hambre y femicidas infantiles enfurecidos,
Y los diarios se llenarán de titulares repetidos,
Y el femicidio dejará de ser la novedad para esta Navidad,
Será algo así como el fin de la profesión más antigua de la historia.
Rodará la cabeza de algún edil que haya planteado la idea de cerrar las puertas de su comuna,
A las santas madres abnegadas y sacrificadas que han perdido la vida,
Luchando codo a codo contra la desigualdad y la falta de oportunidades.
Será entonces cuando estos últimos dos versos saldrán de los labios
Del candidato populista de turno,
Quien me acusará de plagio intelectual,
Y tendré que terminar mis versos secándome en la cárcel,
Y se me habrá acabado la vida,
Y no habré contado nunca hasta el mil trescientos,
Y no me habré atrevido a robarle un beso a esa mina en esa micro aquella vez,
Y no le habré cambiado nunca los pañales a mis nietos,
Ni a mis hijos ni a mis hermanos,
Ni a mis padres ni a mis abuelos,
Y tú sabes que da igual,
Si al final las luces se apagarán porque subió la cuenta de la luz.


(Y no podremos siquiera contar las estrellas que titilan desde el suelo).

domingo, 28 de septiembre de 2008

Teper dono

Te quiero perdonar…

Por acercarte a conocerme con las peores intenciones.

(¿Era un bar de Suecia?)

Te quiero perdonar,

Por drogarme sin previo aviso,

Entretenerme un rato,

Hasta que mi conciencia se transformara,

En la de un chimpancé ebrio,

Y mi recuerdo en un vacío rotundo.

Te perdono (en serio),

Su bien me desperté al otro día

Desnudo en una plaza anónima,

De una ciudad anónima,

Sin llaves, sin billetera, sin auto, sin memoria,

Con un chichón en el ojo

Y una herida cortopunzante en una nalga.

Y te perdono por la pulmonía que me agarré…

Te perdono,

Y sólo te pido que estés conmigo,

Incluso podría tranzar con uno que otro de tus vicios oscuros.

Te perdono todo,

Porque eres la persona más importante de mi vida.

sábado, 10 de mayo de 2008

¿Paremos?

No dijo nada más. Ni nada menos. ¿Paremos? Fue la sutil sugerencia que fría y descarnadamente venía a destruir mis anhelos más fútiles, o quizás los más trascendentes, quién podría decirlo la verdad. ¿Paremos? Sólo le bastarían siete condenadas letras, un resoplido, una señal con las manos para eliminarme de su vida. ¿Paremos? Y ella tan cómoda en la desvinculación que esto trae como consecuencia. Ella seguiría en lo suyo, bailaría con muchos otros hombres probablemente menos patéticos y desesperados que yo, pero mi realidad sería sustancialmente distinta. Deambularía como una abeja ciega de flor en flor, buscando el polen sin demasiado éxito. No lo entiendo, puede ser que mis brazos y piernas no se muevan en el ritmo preciso de la canción, puede ser que mi conversación con su suave y perfumado oído derecho no sea la más divertida o la más provocadora, pero ¿cómo puede ella estar segura de que no soy yo esa persona que la querría como nadie más puede quererla? Nadie amaría su baile como yo, nadie amaría su compañía como yo, nadie amaría hablarle suavemente al oído como yo. Con su ¿paremos? , me envía impostergablemente de vuelta al mundo egoísta que me reclama en calidad de pertenencia prescindible. No sé para qué, pero igualmente me reclama, como un niño aburrido que ve jugar a su hermano con un autito de madera que le pertenece y reclama su pertenencia, aún disponiendo de todo un baúl de juguetes fabulosos para jugar. ¿Paremos? Y la fantasía de su sexo se viene abajo, todo el deseo de la noche (quizás hasta de la vida) se frena en un golpe seco de realidad. Porque al querer parar ella no me está diciendo que está cansada o que le duelen los pies por haber bailado toda la noche con tacos. Realmente no la noto demasiado cansada y ni siquiera está usando tacos. No soy tan estúpido. No. Ella, haciendo uso de esta pregunta como un suave anestésico, me dice que no valgo la pena, que bailó conmigo motivada por una lástima absolutamente humana, que en todo caso ya se acabó y no habrá más solidaridad conmigo esta noche. No de su parte al menos. De todas formas, lo que más me perturba de todo esto es que ella me plantee su deseo de suprimir mi existencia en forma de una pregunta a la cual le pueden seguir básicamente dos respuestas, como una sugerencia a la que puedo hacer caso o derechamente desechar. Aunque para sus fines sólo le sirve mi confirmación, mi consentimiento, y yo soy un ser libre en la teoría y podría perfectamente negarme a dejar de bailar, ella sabe que como todo animal con la moral herida, yo nunca pronunciaré otra cosa sino la confirmación de mi mediocridad, de mi futuro inestable y solitario. Paremos. Eso es lo que debería decir sin más rodeos, ¿o no? Para poner fin a estas reflexiones agónicas, a este espacio definidamente tenso que existe entre mis ojos y los suyos, entre boca y boca. Paremos. No. Había que inventar un buen final, un beso, por canalla, por cruel y preciosa. Un beso eterno que no duraría más que el segundo que ella se demorara en reaccionar y regalarme una cachetada geométrica y precisa en la mejilla que siempre acerqué a su oído perfumado para justificar con alguna anécdota fuera de lugar el hecho de que siguiera bailando con ella. Mi mejilla que había tomado su olor fresco, y que ahora me daría otra deliciosa razón para recordarla por un tiempo. Y creo que ya olvidé cuanto tiempo hace que me preguntó si quería que dejáramos de bailar y me parece mucho mejor así, que sienta un poco de ansiedad, aunque sea producto de esta situación tan desfavorable para mí. ¿Paremos? ¿Paremos? Suena como un puñal que se hunde suave en mi pecho. ¿Paremos? Si quiere que pare ella, porque yo no tengo interés alguno de parar. Nunca voy a parar. ¿Para qué voy a parar de bailar? Para volver al destierro. Para firmar la sentencia. ¿Paremos? Cuando me mira temblando y me pregunta porqué le he dicho todo esto al oído.

lunes, 24 de marzo de 2008

Aprendizaje

Cabros, le vuelvo a dar un poco de vida a mi blog con este modesto poema matemático.

Cálculo I: 1+1=1 (Los dos juntos existimos como uno)


Cálculo II: 2-1=0 (Sin ti yo no existo)


Cálculo III: 1+1=√-1 (El amor es algo imaginario)